El viejo Madero apoyó la cabeza en sus rugosas manos fuertes, sobre el escritorio del general Roca. Aquel 21 de diciembre de 1885 se acababa de retirar del despacho presidencial ese personaje que era Estanislao Zeballos, que había acudido a recabar del vicepresidente a cargo del Poder Ejecutivo algunos datos para escribir un trabajo sobre la revolución de los Libres del Sur en el diario La Prensa. Su memoria le hizo dar un largo recorrido. La revolución del Sur ¡Aquellas galopeadas, aquellos fríos, pajonal y pajonal, cañadón, escarcha y horizonte! Desde julio del 39 anduve recorriendo Monsalvo y los Montes Grandes para arreglar que la gente estuviera lista el día de la rebelión. Leguas y leguas a uña de caballo, con esos vientos que cortan la cara y vigorizan el espíritu, entre los espartillares y juncales del Tuyú, con el agua dando en las caronas, las patas encogidas para no mojarse. Lavalle le había escrito a Pedro Castelli, su antiguo compañero de armas, para que encabezara el alza
El abuelo de mi bisabuelo, Gral José María Bustillo, entrevistado por una boleadoras que se encontraron cuando estaban haciendo la Casa Rosada.
El viejo fuerte de Buenos Aires, como se equipaban antes los soldados de infantería y caballería, armas, lazos, boleadoras, un falso enterratorio indígena.
En la revista El Fogón, (Año VIII, Núm. 304, Montevideo, noviembre 30 de 1905), dirigida por el poeta criollista Alcides de María, (que frecuentemente firmaba) Calixto el Ñato o El viejo Calixto, con el título Arqueología criolla, se publica un interesante reportaje al general José María Bustillo, que nació en 1816, participó en las batallas de Cepeda y Pavón y en la guerra del Paraguay; fue presidente del Club del Progreso y falleció, lúcido, entero y con gran memoria, a los 94 años de edad. El reportaje titulado Arqueología criolla, expresa; "Tomamos del diario La Nación de Buenos Aires, el siguiente reportaje hecho al general Bustillo, con motivo de unas famosas boleadoras desenterradas hace poco de la Casa Rosada, como le llaman por allá (Buenos Aires) al palacio de Gobierno Nacional".
-¿Quiere usted que le diga lo que en resumidas cuentas, representa esa supuesta huaca con que estos momentos se estimula la siempre susceptible curiosidad pública?
"-Pues, ¡sí a eso vinimos, general!...
¨"-Oiga usted, entonces; en el año 27 (1827) tenía yo 12 años solía ir con otros amigos a dar un paseo por los baluartes del antiguo fuerte español, que hace poco demolieron paran levantar en su sitio la actual Casa de Gobierno.
"Era aquello una maciza construcción de tierra y ladrillo que, rodeada de un foso, abría su puerta bajo un arco con puente levadizo, sobre la plaza que se denominó 25 de Mayo.
"En la parte interna de cuadrilátero que rodeaba sus muros, se extendía las anchas plataformas en que estaban emplazadas las gruesas puertas de hierro y de bronce, hasta la que se subía por suaves rampas rellenas de tierras empedradas.
"Estas plataformas estaban construidas sobre una fuerte arquería de cal y canto, quedando debajo unas largas cuadras que servían para depósitos de armas o talleres de maestranzas.
"Había una parte destinada a las armas de infantería, y allí, en armeros colocados contra el muro del fondo, se alineaban los antiguos fusiles de chispa con sus respectivos correajes que, como usted sabe, eran constituidos por fornitura cruzada sobre el pecho y espalda, sosteniendo una la gran cartuchera de vaqueta y la otra el biricú en que iba la bayoneta triangular y de cubo.
"En otro sitio se preparaban los equipos de caballería, constituida en aquellos tiempos por milicias irregulares destinadas a guarecer las fronteras, siempre amenazadas por los indios.
"Los soldados que formaban estos contingentes, como entonces se los llamaba, eran gauchos venidos de los lejanos partidos de las provincias, hombres nacidos sobre el caballo y teniendo que proseguir su vida semisalvaje, aún bajo las banderas de la Patria, necesitaban para procurarse el alimento, dar caza al potro salvaje, y para esgrimirlos, tal vez con más éxito y eficacia que sus armas de guerra en sus encuentros cuerpo a cuerpo, sus cargas y persecuciones, de los útiles camperos, en cuyo manejo eran asombradamente diestros.
"Se equipaba, pues, la caballería, además de lanzas, carabinas y sables, con lazos y boleadoras, construyéndose estas últimas, es decir la operación de forrarlas de cuero y ligarlas entre sí, en aquellos talleres de que he hablado, que se extendían en bóvedas por debajo de las baterías.
"Claro está que el efectuar esta operación, que se hacía con piedras traídas expresamente desde las sierras del sur, porque allí cerca no había más que toscas, se utilizaban las más perfectas y se arrojaban las irregulares.
"Este trabajo lo he visto practicar infinidad de veces, siguiendo con interés no solamente de niño, sino también con un inicial instinto guerrero, todo lo que se refería a aquellos bélicos arneses, porque así como las panoplias caballarescas entraban las bellotas de acero, la maza, y otras más, arrojadizas y contundentes, aquí a nuestros jinetes pampeanos se les equipaba con lo que era propio de sus costumbres, y natural a las necesidades de su vida nómade en las soledades del desierto.
"Luego, cuando se efectuaron las modernas construcciones, al demoler los paredones del viejo fuerte, quedaron allí abajo todos eso residuos de los antiguos talleres.
"Han pasado los años, alejándose con ellos la tradición, y haciendo cada vez más extraños y misteriosos los hechos y las cosas de las pasadas épocas.
"Un buen día se abre un agujero en el suelo conglomerado por añejas construcciones; se encuentran unas piedras redondeas y una canilla... y surge una tribu, y se levanta el fantasma de no se que drama primitivamente salvaje.
¿Entiende usted, mi amigo?
-"Ya... ya... ¡No hay tales fósiles enterrados!
-¡No, pues!- exclamó alegremente el benemérito veterano, añadiendo;
"-Yo no soy arqueólogo, soy un soldado viejo que sé también de cosas del pasado"...
El viejo fuerte de Buenos Aires, como se equipaban antes los soldados de infantería y caballería, armas, lazos, boleadoras, un falso enterratorio indígena.
En la revista El Fogón, (Año VIII, Núm. 304, Montevideo, noviembre 30 de 1905), dirigida por el poeta criollista Alcides de María, (que frecuentemente firmaba) Calixto el Ñato o El viejo Calixto, con el título Arqueología criolla, se publica un interesante reportaje al general José María Bustillo, que nació en 1816, participó en las batallas de Cepeda y Pavón y en la guerra del Paraguay; fue presidente del Club del Progreso y falleció, lúcido, entero y con gran memoria, a los 94 años de edad. El reportaje titulado Arqueología criolla, expresa; "Tomamos del diario La Nación de Buenos Aires, el siguiente reportaje hecho al general Bustillo, con motivo de unas famosas boleadoras desenterradas hace poco de la Casa Rosada, como le llaman por allá (Buenos Aires) al palacio de Gobierno Nacional".
-¿Quiere usted que le diga lo que en resumidas cuentas, representa esa supuesta huaca con que estos momentos se estimula la siempre susceptible curiosidad pública?
"-Pues, ¡sí a eso vinimos, general!...
¨"-Oiga usted, entonces; en el año 27 (1827) tenía yo 12 años solía ir con otros amigos a dar un paseo por los baluartes del antiguo fuerte español, que hace poco demolieron paran levantar en su sitio la actual Casa de Gobierno.
"Era aquello una maciza construcción de tierra y ladrillo que, rodeada de un foso, abría su puerta bajo un arco con puente levadizo, sobre la plaza que se denominó 25 de Mayo.
"En la parte interna de cuadrilátero que rodeaba sus muros, se extendía las anchas plataformas en que estaban emplazadas las gruesas puertas de hierro y de bronce, hasta la que se subía por suaves rampas rellenas de tierras empedradas.
"Estas plataformas estaban construidas sobre una fuerte arquería de cal y canto, quedando debajo unas largas cuadras que servían para depósitos de armas o talleres de maestranzas.
"Había una parte destinada a las armas de infantería, y allí, en armeros colocados contra el muro del fondo, se alineaban los antiguos fusiles de chispa con sus respectivos correajes que, como usted sabe, eran constituidos por fornitura cruzada sobre el pecho y espalda, sosteniendo una la gran cartuchera de vaqueta y la otra el biricú en que iba la bayoneta triangular y de cubo.
"En otro sitio se preparaban los equipos de caballería, constituida en aquellos tiempos por milicias irregulares destinadas a guarecer las fronteras, siempre amenazadas por los indios.
"Los soldados que formaban estos contingentes, como entonces se los llamaba, eran gauchos venidos de los lejanos partidos de las provincias, hombres nacidos sobre el caballo y teniendo que proseguir su vida semisalvaje, aún bajo las banderas de la Patria, necesitaban para procurarse el alimento, dar caza al potro salvaje, y para esgrimirlos, tal vez con más éxito y eficacia que sus armas de guerra en sus encuentros cuerpo a cuerpo, sus cargas y persecuciones, de los útiles camperos, en cuyo manejo eran asombradamente diestros.
"Se equipaba, pues, la caballería, además de lanzas, carabinas y sables, con lazos y boleadoras, construyéndose estas últimas, es decir la operación de forrarlas de cuero y ligarlas entre sí, en aquellos talleres de que he hablado, que se extendían en bóvedas por debajo de las baterías.
"Claro está que el efectuar esta operación, que se hacía con piedras traídas expresamente desde las sierras del sur, porque allí cerca no había más que toscas, se utilizaban las más perfectas y se arrojaban las irregulares.
"Este trabajo lo he visto practicar infinidad de veces, siguiendo con interés no solamente de niño, sino también con un inicial instinto guerrero, todo lo que se refería a aquellos bélicos arneses, porque así como las panoplias caballarescas entraban las bellotas de acero, la maza, y otras más, arrojadizas y contundentes, aquí a nuestros jinetes pampeanos se les equipaba con lo que era propio de sus costumbres, y natural a las necesidades de su vida nómade en las soledades del desierto.
"Luego, cuando se efectuaron las modernas construcciones, al demoler los paredones del viejo fuerte, quedaron allí abajo todos eso residuos de los antiguos talleres.
"Han pasado los años, alejándose con ellos la tradición, y haciendo cada vez más extraños y misteriosos los hechos y las cosas de las pasadas épocas.
"Un buen día se abre un agujero en el suelo conglomerado por añejas construcciones; se encuentran unas piedras redondeas y una canilla... y surge una tribu, y se levanta el fantasma de no se que drama primitivamente salvaje.
¿Entiende usted, mi amigo?
-"Ya... ya... ¡No hay tales fósiles enterrados!
-¡No, pues!- exclamó alegremente el benemérito veterano, añadiendo;
"-Yo no soy arqueólogo, soy un soldado viejo que sé también de cosas del pasado"...
Gral José María Bustillo
Fuente de la foto: Argentina - Archivo General de la Nación Dpto. Doc. Fotográficos o AR_AGN_DDF// Consulta INV: 154148
Comentarios
Publicar un comentario