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Francisco Bernabé Madero

E l  vie jo  Mad ero  ap oyó  l a  cab eza  e n  s us  rugo sas  man os  fuer tes,  sob re  e l  escri torio  d el  gene ral  Ro ca.  Aqu el 21  d e  dicie mbre  d e 1885  s e  acab aba  d e  reti rar  d el  desp acho  presid encial  e se  perso naje  q ue  e ra  Estan islao  Zeba llos,  q ue  h abía  acud ido a  reca bar  d el  vicepre sidente a  car go  d el  Pod er  Ejecu tivo  algu nos  dat os  pa ra  escr ibir  u n  trab ajo  sob re  l a  revo lución  d e  l os  Lib res  d el  S ur  e n  e l  dia rio  L a  Pre nsa.  S u  memo ria  l e  hi zo  d ar  u n  lar go  recor rido. L a  revo lución  d el  S ur ¡ Aque llas  galop eadas,  aque llos  f rí o s,  pajo nal y  pajo nal,  c añ a dón,  esca rcha y  horiz onte!  Des de  jul io  d el 39  and uve  recorr iendo  Mons alvo y  l os  Mon tes  Gran des  pa ra  arre glar  q ue  l a  gen te  estuv iera  lis ta  e l día  d e  l a  reb elión.  Leg uas y  leg uas a uña  d e  caba llo,  c on  es os  vien tos  q ue  cor tan  l a  ca ra y  vigor i

El Gran Tamerlán de Persia

Por las noches se disfrazaba de mercader y recorría los barrios bajos de la ciudad para oír la voz del pueblo. Él mismo sacaba a relucir el tema.

—¿Y el Gran Tamerlán? —preguntaba—. ¿Qué opináis del Gran Tamerlán?
Invariablemente se levantaba a su alrededor un coro de insultos, de maldiciones, de rabiosas quejas. El mercader sentía que la cólera del pueblo se le contagiaba, hervía de indignación, añadía sus propios denuestos.
A la mañana siguiente, en su palacio, mientras trataba de resolver los arduos problemas de las guerras, las coaliciones, las intrigas de sus enemigos y el déficit del presupuesto, el Gran Tamerlán se enfurecía contra el pueblo.
«¿Sabe toda esa chusma —pensaba— lo que es manejar las riendas de un imperio? ¿Cree que no tengo otra cosa que hacer sino ocuparme de sus minúsculos intereses, de sus chismes de comadres?».
Pero a la noche siguiente el mercader volvía a oír las pequeñas historias de atropellos, sobornos, prevaricatos, abusos de la soldadesca e injusticias de los funcionarios, y de nuevo hervía de indignación.
Al cabo de un tiempo el mercader organizó una conspiración contra el Gran Tamerlán: su astucia, su valor, su conocimiento de los secretos de gobierno, su dominio del arte de la guerra lo convirtieron, no sólo en el jefe de la conjura, sino también en el líder de su pueblo. Pero el Gran Tamerlán, desde su palacio, le desbarataba todos los planes. Este juego se prolongó durante varios meses. Hasta que el pueblo sospechó que el mercader era en realidad un espía del Gran Tamerlán y lo mató, a la misma hora en que los dignatarios de la corte, maliciando que el Gran Tamerlán los traicionaba, lo asesinaron en su lecho.

Marco Denevi
Parque de diversiones (Buenos Aires, 1970).

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Francisco Bernabé Madero

E l  vie jo  Mad ero  ap oyó  l a  cab eza  e n  s us  rugo sas  man os  fuer tes,  sob re  e l  escri torio  d el  gene ral  Ro ca.  Aqu el 21  d e  dicie mbre  d e 1885  s e  acab aba  d e  reti rar  d el  desp acho  presid encial  e se  perso naje  q ue  e ra  Estan islao  Zeba llos,  q ue  h abía  acud ido a  reca bar  d el  vicepre sidente a  car go  d el  Pod er  Ejecu tivo  algu nos  dat os  pa ra  escr ibir  u n  trab ajo  sob re  l a  revo lución  d e  l os  Lib res  d el  S ur  e n  e l  dia rio  L a  Pre nsa.  S u  memo ria  l e  hi zo  d ar  u n  lar go  recor rido. L a  revo lución  d el  S ur ¡ Aque llas  galop eadas,  aque llos  f rí o s,  pajo nal y  pajo nal,  c añ a dón,  esca rcha y  horiz onte!  Des de  jul io  d el 39  and uve  recorr iendo  Mons alvo y  l os  Mon tes  Gran des  pa ra  arre glar  q ue  l a  gen te  estuv iera  lis ta  e l día  d e  l a  reb elión.  Leg uas y  leg uas a uña  d e  caba llo,  c on  es os  vien tos  q ue  cor tan  l a  ca ra y  vigor i