E l vie jo Mad ero ap oyó l a cab eza e n s us rugo sas man os fuer tes, sob re e l escri torio d el gene ral Ro ca. Aqu el 21 d e dicie mbre d e 1885 s e acab aba d e reti rar d el desp acho presid encial e se perso naje q ue e ra Estan islao Zeba llos, q ue h abía acud ido a reca bar d el vicepre sidente a car go d el Pod er Ejecu tivo algu nos dat os pa ra escr ibir u n trab ajo sob re l a revo lución d e l os Lib res d el S ur e n e l dia rio L a Pre nsa. S u memo ria l e hi zo d ar u n lar go recor rido. L a revo lución d el S ur ¡ Aque llas galop eadas, aque llos f rí o s, pajo nal y pajo nal, c añ a dón, esca rcha y horiz onte! Des de jul io d el 39 and uve recorr iendo Mons alvo y l os Mon tes Gran des pa ra arre glar q ue l a gen te estuv iera lis ta e l día d e l a reb elión. Leg uas y leg uas a uña d e caba llo, c on es os vien tos q ue cor tan l a ca ra y vigor i
Todo el día, sentados en el patio en un banco, estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con la boca abierta. El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco, al declinar los idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos se animaban, se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida. Otras veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día